Inmaculada León Tirado presentaba en sociedad, en su tierra natal de Puertollano, su primera novela editada “Suelas de barro”

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Presentación del libro de Inmaculada León en Puertollanooretania.es · ‘Suelas de barro’ va camino de convertirse en uno de esos libros que se hacen un hueco relevante entre los lectores de todo un país, aun a pesar de carecer de los grandes medios de marketing de abundante fanfarria y publicidad pagada de las grandes editoriales. La clave, como en otros casos, es lo bien hilado y construido de este apasionante relato de 400 páginas.

Inmaculada León Tirado, su autora, presentaba en sociedad, en su tierra natal de Puertollano, ésta que es su primera novela editada, algo que todavía esperan otros dos de sus relatos. Lo hacía en la sala magna de la actual Casa de Cultura, con la presencia del responsable técnico del área, Eduardo Egido; la concejala de Políticas Sociales, Ana Belén Mazarro; y el licenciado en Ciencias de la Información por la rama de Periodismo, Francisco Acero, que ejerció de presentador. Entre el público cabe destacar la presencia de miembros de la Fundación Secretariado Gitano local y provincial.
La novela histórica es el marco formal de ‘Suelas de Barro’, cuyo protagonista y alegato lo tiene el pueblo gitano, representado a través de una familia asentada en la Triana sevillana de mediados del siglo XVIII, desde el primer momento de la asunción de la Corona por Fernando VI. Inmaculada presenta el lugar como un barrio a un margen de la capital hispalense y lo hace sin ningún halo peyorativo, consideración que en todo caso atribuye a la población no gitana y no a toda, pero sí mayoritaria, del otro lado del Guadalquivir.
Esa visión cuanto menos recelosa en torno al gitano era algo socialmente generalizado en aquella época, en que las diferentes aristas del Estado, monárquicas, políticas y eclesiásticas, tratan de imponer a todos los súbditos una uniformidad en la identidad como país, a través de la acción, el pensamiento o las creencias. En consecuencia, la libertad auténtica no es más que un puro espejismo para pueblos minoritarios que conviven en España, llámense gitanos, judíos o musulmanes, si bien son más conocidas las vicisitudes de estas otras comunidades a raíz de sus conversiones.
En su intervención ante un aforo muy interesado por lo que de novedoso aporta al panorama editorial esta obra, la escritora afincada en Madrid señaló lo casual que hubo a la hora de escribir esta novela. Documentándose para otra de sus narraciones, Wikipedia le brindó la gran tragedia que el Estado español de aquella época provocó contra los habitantes de esta etnia en todo el país. Un hecho que, como dijo, no es muy conocido y que la historia ha dejado apartado de la gran memoria colectiva.
Y a partir de ahí, con una profusa documentación a través de la red y visitando archivos, desplazándose incluso a lugares donde sucedieron los hechos como el mismísimo barrio de Triana, donde se focaliza buena parte de la trama, Inmaculada León pertrechó una obra formalmente impecable.
‘Suelas de barro’, de hecho, reúne todos los requisitos que espera cualquier lector ávido de novelas de enjundia, con personajes bien forjados, tramas sorprendentes, lugares cuya atmósfera atrapa o desenlaces que te acaban por sorprender, sean o no los anhelados. Es de esos libros intensos, que captura la atención desde una primera frase, en los que tras leer un capítulo quedas expectante por lo que traerá el siguiente y, así, página tras página.
Aunque habría varias subtramas, el principal hilo conductor pivota en la fatídica jornada del miércoles del 30 de julio de 1749, la de la Gran Redada, que es toda una perfecta demostración de poderío estatal. Ejecutada de manera sincronizada al segundo en todo el país, la operación está diseñada desde las más altas esferas por el Marqués de la Ensenada, consejero de Estado y autorizada finalmente por el rey Fernando VI.
Se pretende detener a todos los gitanos censados, enviando a los hombres a trabajos forzados, inicialmente en los arsenales de la Marina, en tanto que mujeres y niños irían a prisiones. 12.000 personas habrían sido las víctimas de esta treta equiparable a otros holocaustos vergonzantes para la humanidad a lo largo de la historia.
En todos los casos, el Estado se garantizaba mano de obra gratis, aunque todo acabará desbordándose por las duras condiciones de vida, trato y trabajo, causa de los numerosos motines que gitanos y gitanas fueron protagonizando. Además, paralelamente a su apresamiento, se les priva de posesiones y propiedades. Sus viviendas, por ejemplo, son subastadas entre los mejores postores payos.
Si de algo puede presumir la novela histórica es de aportar sal y pimienta, subjetividad en definitiva, al frío dato objetivo que entraña cualquier ensayo que aborde una determinada época del pasado. Y eso lo borda, con cuidada precisión, el argumento con que nos obsequia Inmaculada. Del sentido del contenido ya se puede hacer el lector una idea con esa bella construcción, de profunda carga simbólica y emocional, que ofrece el título: ‘Suelas de barro’.
También los aportan los personajes. Todos los que se suceden en el libro muestran una personalidad que les define individualmente. Las ambigüedades no tienen cabida. Todos tienen su impronta característica y en eso Inmaculada ha rozado la perfección pues ninguno se diluye en su manera de percibir y afrontar la realidad, relacionándose con los otros personajes conforme a sus propios intereses y siempre con unas motivaciones totalmente justificadas y entendibles.
Por eso, en su intento de denuncia de lo que se concibió como una medida cuasi genocida en España, Inmaculada cumple todos sus objetivos en ‘Suelas de barro’ de la mano, de la familia Clavería, humilde, honrada y asentada como cualquier otra de etnia gitana, en Triana, donde también viven payos y en donde sí reina la cordialidad más absoluta.
Sus diálogos se compaginan además, en este libro, con un hilo narrativo en tercera persona y condición omnisciente, capaz de transmitir al lector lo que sienten, lo que piensan, lo que traman, todos y cada uno de los personajes. Un narrador que lo sabe todo y que se compagina hábilmente con los diálogos que se van sucediendo. Así, la autora no deja lugar a la duda sobre cuál es el sentido de cada conversación, si es sincera o maquiavélica.
Con todo, pasaje tras pasaje, Inmaculada va desmontando de la manera más inteligente, a través de la literatura y particularmente de esta novela con tantos matices y sorpresas, esos injustos mitos peyorativos sobre un pueblo que, a pesar de la época en que vivimos, sigue heredando la sociedad desde hace tantas centurias, resistiéndose a desaparecer del todo.