SÍ es SÍ

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Oretania de Cultura

Tomás BallesterosTomás Ballesteros Escudero. Militante de la Agrupación Socialista de Puertollano · El compromiso político, tiene fácil la entrada pero difícil la salida. Para los que venimos de donde venimos la organización es parte fundamental de la lucha. No me resulta cómodo ni grato expresar ciertos pensamientos, pero las cosas son como son y los razonamientos nos llevan a conclusiones que, a veces, al corazón no le gustaría compartir. Manifiesto estas reflexiones desde el libre ejercicio de mi libertad personal, apelando a mi coherencia, reivindicando la utopía, defendiendo la dignidad humana, aferrándome a los principios que siempre han inspirado a la izquierda transformadora, huyendo de ambiciones personales, apelando a la honradez común, pero anhelando continuar la lucha colectiva en mi Partido.

El espíritu crítico que siempre ha formado parte de los valores de la izquierda, nuestra ideología no puede ser una caja vacía que se puede llenar con cualquier mercancía.

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Pienso que en el día a día de la praxis política de la nomenclatura se olvida muy fácilmente que ser de izquierdas significa ponerse de parte de los más débiles; dar mucha importancia a la conducta moral; mantener un profundo sentido de insatisfacción y sufrimiento ante las injusticias del mundo globalizado en el que el capitalismo ha decidido instalarnos porque como decía Willy Brandt “Abriendo la puerta de la primera injusticia, dejarás entrar el resto”; luchar contra los privilegios, enfrentarse a los abusos de poder; caminar hacia la igualdad que atenúe las diferencias sociales, hacer más iguales a los desiguales y reconocer los problemas más allá de nuestros partidismos egoístas.

Me cuentan compañeros, que por las agrupaciones del Partido Socialista de todo el país se expanden mantras divulgados por dirigentes socialistas donde nos piden a los militantes responsabilidad, sentido de Estado y coherencia -a la incoherencia-. También destacan unas pocas voces, las de aquellos veteranos militantes que se erigen como tolmos, como referentes morales para advertirnos de lo que no debemos hacer, del dolor que les produce lo que ven y lo que oyen, ilustrando de cómo ha de ser este centenario Partido. Se niegan a aceptar una derrota más que encumbre a la derecha que tanto daño les ha hecho. Piden que en época de tribulaciones se debe hacer bandera de la fraternidad sabiendo que nos debemos a los ciudadanos, a la izquierda y al socialismo. Más allá de los que algunos quieran patrimonializar.

El adversario quiere que nos parezcamos a ellos, quiere que hablemos como ellos, que seamos políticamente correctos en los medios de comunicación y vemos consternados como más de un dirigente nuestro lo comparte. ¿Hemos que recordarles que llegamos hasta aquí siendo distintos? Queremos seguir siendo los mismos, mantener nuestra identidad más allá de extrañas coyunturas y relatos mediáticos impuestos. Nos debemos encontrar en una izquierda que no sea prisionera de un pragmatismo político sin principios, donde no reconozcamos los ideales de los que venimos.

Hemos llegado a un punto que aún viendo mejor el pasado que el futuro no aborrecemos la mayoría de los iconos y paradigmas del mundo que vivimos. Reivindicamos avances y conquistas, los valores más apreciados y apetecidos. Valores, dicho sea de paso, a veces, son exhibidos ante el pueblo desde la comodidad de un poder partidista decadente. Y puede que a más de uno le pase lo que D. Quijote advirtió a Sancho: “Mirad Sancho que los oficios mudan las costumbres y podría ser que viendoos gobernador no conociesedes ni a la madre que os parió”.

Más allá de los cárteles de la derecha, que han convertido la actividad política en el instrumento de un beneficio de clase descomunal para escarnio y sufrimiento de los más débiles, decimos que sí a mantener la democracia interna: un militante, un voto; sí a modificar la reforma laboral que cercene la explotación de los trabajadores; sí a derogar la Lomce porque la igualdad es la base de la educación; sí a relanzar la Ley de Dependencia para que los más débiles alcancen las mejores condiciones de vida posibles; sí a acabar con los desahucios para que la justicia social sea efectiva; sí a construir diques de contención contra la corrupción y sus padrinos políticos; sí a tener un gobierno limpio; sí a un compromiso con la ciencia y la investigación para alcanzar óptimos niveles de desarrollo sostenible; a un ingreso mínimo vital para atender a las personas que queden desamparadas; sí a derogar la ley mordaza que extienda de nuevo libertades extirpadas; sí a universalizar derechos civiles; sí a construir un estado federal donde se respete la diversidad; sí a la retirada de las concertinas de las vallas fronterizas revirtiendo derechos a los refugiados basados en el deber de la solidaridad; en fin… programa electoral y señas de identidad con el que conseguimos la confianza de cinco millones y medio de ciudadanos que nos sitúan dónde debemos estar: en la oposición.

Podría endilgaros una lista abundantísima de propuestas, circunstancias y hechos que me han llevado a pensar que el único no que aparezca en este artículo y que yo defiendo sea el de impedir que la derecha vuelva a gobernarnos sobre la farsa de la estabilidad institucional o los supremos intereses de una Nación con mayúsculas en la que ellos nunca han creído. No voy a agotar vuestra paciencia de lectores de experiencias ajenas. No más allá de unos pocos comentarios para desemporcar conciencias compañeras de militancia y dar mínima satisfacción a la propia.

Para finalizar, soy consciente de que los días no volverán a ser lo que fueron ayer aunque echemos a correr. ¿Quién decía aquello de que nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos? Quiero afirmar junto a Ángel González que: “soy esto que veis aquí, tan solo esto: un escombro tenaz, que se resiste a su ruina, que lucha contra el viento, que avanza por caminos que no llevan a ningún sitio. El éxito de todos los fracasos. La enloquecida fuerza del desaliento”.

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