31 de mayo Día de Castilla-La Mancha
José María Barreda · Me pide Oretania un artículo con ocasión del Día de la Región. Es una buena ocasión para hacer memoria (y pequeña historia) de nuestro pasado más reciente. Conviene recordar, sobre todo a los más jóvenes, que la historia de Castilla-La Mancha como Comunidad Autónoma empezó con nosotros mismos.
Claro que el territorio y las ciudades que conformaron la nueva realidad política tenían pasado (y un pasado cargado de historia, pensemos en Toledo para entenderlo bien) pero el origen y la formación de Castilla-La Mancha, como parte integrante de la España de las Autonomías, tiene su origen en la Constitución de 1978.
En mayo de 1983 se celebraron las primeras elecciones para elegir las primeras Cortes de Castilla-La Mancha mediante sufragio universal de los ciudadanos y ciudadanas de las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y Toledo. El día 31 de ese mismo mes, las Cortes de Castilla-La Mancha (con mayoría socialista aprovechando el tirón de Felipe González de 1982) se reunieron por primera vez en la Iglesia de San Pedro Mártir de Toledo.
Elegido José Bono presidente, tuve el honor de ser nombrado consejero de Educación y Cultura de aquel primer Gobierno de una Región en la que estaba todo por hacer. Recuerdo muy bien uno de los primeros consejos de Gobierno en los que nos planteamos las tareas inmediatas. Una de ellas era decidir donde se ubicarían las instituciones regionales, pues hasta entonces, en la fase pre-autonómica, la sede de las consejerías estaba en la ciudad de donde era el consejero.
El presidente me encargó el proceso previo para la determinación de la Capital. Ahora parece evidente, entonces fue complicado: se ofrecían Ocaña, Alcázar y, sobre todo, Cuenca, que hizo una gran movilización institucional y ciudadana…
Después de hablar con mucha gente, de hacer estudios de conectividad, de accesibilidad, de consideraciones históricas y de hacer encuestas, propuse en una reunión del Consejo de Gobierno celebrado en la finca Galiana, de la Diputación de Ciudad Real, donde nos encerramos todo el fin de semana, que la capital fuese Toledo, y así se aprobó en las Cortes.
La Ley -publicada en el Diario Oficial el 20 de diciembre de 1983- era muy corta: “Artículo único. Se fija la sede de las Cortes y el Gobierno de la Región de Castilla-La Mancha en la ciudad de Toledo”.
No repetiré ahora las razones que de toda índole aduje en aquella exposición, simplemente creo que fue un acierto porque poco después nadie discutía la decisión.
Como consejero de Educación y profesor universitario comprendí desde el primer momento, debo decir que con el apoyo del presidente, que en gran medida la viabilidad misma de la Comunidad Autónoma pasaba porque hubiera una Universidad Regional. En primer lugar, y sobre todo, para facilitar el acceso a la enseñanza superior de muchos chicos y chicas que no podrían ser universitarios por razones económicas. Esa era una injusticia que entonces estábamos en condiciones de reparar.
Ahora nuestra universidad es una espléndida realidad, pero en aquel momento hubo que vencer mucha resistencia, incluida la del Gobierno de España y muchas reticencias internas de cenizos que argumentaron que no habría alumnos y que no dispondríamos de buenos profesores. Hay que recordar que entonces Castilla-La Mancha no tenía transferidas las competencias de Educación y resultó complicado hacer valer lo que dice el artículo 37 de nuestro Estatuto de Autonomía en relación a la planificación educativa.
Ganamos aquella batalla política, y el Gobierno de Castilla-La Mancha ejerció su responsabilidad, complicada en una región con cinco provincias tan diversas y mal articuladas, e hizo una propuesta de distribución de Facultades y Escuelas Técnicas por Campus, determinando que el Rectorado estuviese en Ciudad Real. Para esta decisión aduje el equilibrio en el reparto de las instituciones regionales. Toledo acababa de ser elegida capital y la sede del Tribunal Superior de Justicia lo fijaba el Estatuto de Autonomía en Albacete, por lo que parecía razonable que el Rectorado de la Universidad estuviera en Ciudad Real.
Años más tarde, ya siendo presidente, decidimos una nueva ampliación de titulaciones por Campus y determinamos crear una Facultad de Medicina en Ciudad Real. Lo recordé el otro día cuando se graduó la primera promoción de médicos. Viví uno de esos instantes que compensan el trabajo, los desvelos y sin sabores. Con la universidad en nuestra región hemos pasado, en una generación, de padres y desde luego abuelos analfabetos a hijos e hijas universitarios. En este tiempo de descrédito, habría que recordar que para eso sirve la política.
Fueron desde luego, años apasionantes en los que teníamos que hacer el sobre esfuerzo de ser los pioneros que desbrozan por primera vez el terreno en el que hay que sembrar y lo hicimos tomando decisiones trascendentales y simbólicas y ejecutándolas.
Una de éstas fue decidir cuándo sería el Día de la Región. Otras comunidades recurrieron a efemérides históricas del pasado, la derrota de los Comuneros en Villalar, por ejemplo, en el caso de Castilla y León. En el nuestro esta decisión era complicada por la diversidad de la región y su constitución reciente y artificial (como todas las divisiones administrativas y políticas, incluidas las naciones). Por eso, encargado como consejero de Cultura propuse la fecha en la que empezó simbólicamente la andadura democrática. De la voluntad de los castellano-manchegos expresada con libertad en las urnas nació la legitimidad de unos gobiernos dispuestos a cumplir el mandato de mejorar la vida de los paisanos.
Solo me queda desear feliz Día de la Región a todas y todos los castellano-manchegos.