Querida Elena, mi amiga, mi compañera:
Desde mi corazón encharcado de llanto, dolorido y ajado, tan sólo soy capaz de abrazar el grito que me ahoga por dentro, la angustia que invade todo mi ser y la tristeza persistente que me anega de recuerdos compartidos y sinceros.
Nos has dejado como viviste, sin dar un ruido, con la sonrisa más hermosa en los labios. Esa sonrisa blanca y perfecta a la que siempre nos tenías acostumbrados.
Son tantos los recuerdos, tantas las vivencias, tantas las cosas que quisiera decirte, que no soy ni siquiera capaz de expresar cuanto deseo en mitad de todo mi desconcierto…
La vida es hermosa. El día intenso. Y nuestros ritmos vertiginosos. Así te gustaba y nos gusta vivir, intensamente/como si mañana todo fuese a perecer. Dejándonos la piel en cada envite por la tierra a la que amamos, por nuestra querida Castilla La Mancha con la que soñamos cada día.
Nos gustaba complicarnos la vida, vivir en este medio rural que nos enamora (tu medio rural de Guadalajara que tantas veces encendía una luz especial en tus ojos cuando lo nombrabas).
Y así, quiero creer, que éramos felices (que somos felices), construyendo este proyecto colectivo de hermandad que nos une en nuestro empeño por la igualdad que anhelamos.
Siempre luchando por los demás. Quitándonos los sueños por todos los demás. Desprendida, Elena, en tus convicciones para entregarnos tanto.
Y así quiero recordarte, querida Elena. Plena de sueños, llena de proyectos y de ideas para mejorar la tierra a la que amamos. Aún teniendo rojos los ojos de llorarte/y la rabia prendida en la garganta/ sabiendo que ni mi verso de amor me solivianta/ni la rima que quiero dedicarte…
Luis Díaz-Cacho Campillo