Entrevista con Miguel Galanes autor de ‘Cauce de la desolación’: “Conseguir una armonía entre la verdad de las mentiras y las mentiras de la verdad es algo harto difícil”

Publicado el

Miguel Galanes, autor de Cauce de la desolaciónoretania.es · Miguel Jiménez de los Galanes y de la Flor “Miguel Galanes”. Oretania entrevista al novelista, poeta, profesor de Lengua y Literatura, afincado en Madrid, nacido el 5 de enero de 1951 en Daimiel, Miguel Galanes, quien centra su obra literaria en La Mancha y suele pasear por las calles de su pueblo donde mantiene su casa. Actualmente está ultimando los detalles para la presentación de “Cauce de la desolación”, novela ambientada en su pueblo, en su tierra y en sus gentes, en una época, los años 60 y muchos o 70, cuando la desecación de los Ojos del Guadiana en Daimiel convirtió aún más la tierra en aridez pura, dura y de desolación total.

¿Cómo fueron sus inicios en Literatura?
El primer contacto con la literatura corresponde con mi infancia. Hablo de ello en mi ensayo-dietario “El Arte de la Ilusión. Elogio de la dignidad”, cuando escribo en la página 92: “El atractivo se cumplía cuando en esos martes, casi circenses, aparecía uno de esos copleros recitando romances tal como lo hicieron aquellos ciegos en las plazas medievales. Poco comprendía yo en esos años; pero, sin embargo, el sonido de las palabras, puestas en boca de aquel personaje, me llamaban muchísimo la atención; con sus altibajos, sus gritos, sus silencios y su grandioso “¡Oh!”, ya fuera al principio, en medio o al final, me lo pasaba de lo lindo.” Así me encontré con la literatura.

¿Qué le une a su lugar de nacimiento?
Toda una larga estirpe familiar. Una tierra que es más que tierra y una historia que, aun sin identidad, la hago mía encontrándome en el Quijote de Miguel de Cervantes y Saavedra.

¿Ha cambiado su lenguaje poético a lo largo de los años?
Por supuesto, del mismo modo que ha ido modulándose y armonizándose mi persona. En mi obra se puede comprobar.

¿Existen los poetas de la Mancha?   ¿Se puede decir que hay una poesía manchega?
Claro que existen los poetas de la Mancha. Me miro en Juan Alcaide y a mi manera me encuentro, leo a Sagrario Torres y reacciono como ella, admiro a Eladio Caballero y quisiera encontrarlo en mí, pienso en Ángel Crespo y me aproximo al saber y a la libertad.

¿Cómo ve actualmente la literatura, y en particular la Poesía, en nuestra provincia?.
Sigue gozando de buena salud desde que comenzó su nueva andadura con los poetas jóvenes de la primera Antología Ciudad Real: Poesía Última que publicó la Diputación de Ciudad Real en 1983. Los poetas han aumentado y la calidad también.

¿Qué escritores le han influenciado y cuáles son los que más aprecia?
Siendo justo y respetuoso con el mundo poético no puedo dar ninguna nómina. De tanto leer y leer he aprendido de todos, tanto lo que habría de hacer como lo que no.

¿Dónde se expresa con más libertad, en la poesía o en la narrativa?
En la poesía, sin duda alguna.

¿Qué transmite en “Cauce de la desolación”?
La exposición de mi conciencia y la voluntad de mi intención moral.

¿En qué época está ambientada y cómo es el Daimiel de su novela?
Puesto que responde a tres generaciones he de decir que comprende una primera época correspondiente a la posguerra, entre los años cuarenta y sesenta, una segunda entre mil novecientos setenta y cinco y los noventa, años de bonanza abocados hacia una falsa sociedad del bienestar, y, finalmente, una tercera, los años del engaño y la chanza, de los noventa a la actualidad. Por lo tanto Daimiel, como reflejo de una sociedad, que va sobreviviendo con Los restos de la juerga, no se presenta de la misma manera a la hora de contar cuanto uno ha visto, ve y puede llegar a ver.

¿Ficción o realidad?, ¿que encontraremos en ella?
Si hablo de moralidad y de honestidad, mi pretensión consiste en reflejar lo verdadero, y en la verdad tanto participan la ficción como la realidad. Conseguir una armonía entre la verdad de las mentiras y las mentiras de la verdad es algo harto difícil.

¿Se identifica con algún personaje?
En cada uno de los personajes con los que trato en “Cauce de la desolación” hay algo de mí como algo y parte de mi persona se puede encontrar en cada uno de ellos. A quien jamás quisiera parecerme, ni encontrarme, es a Eusebio, el Alacrán. Pero más que identificarme, me gustaría parecerme, sabiendo que nunca lo habría de lograr, a ese personaje que actúa como una sombra o un fantasma y que distingo con el nombre de Iluminado de Néminis. En verdad, en todos me encuentro, desde Casto Santoro al último personaje de la caterva de los viejos en la plaza. A todos aprecio por igual. En este puzzle que es esta epopeya uno no existiría sin el otro. Todos ellos rebosan humanidad, por consiguiente a todos salvo, menos a uno. Y puede que con el tiempo y el saber que el mismo tiempo nos transmite, puede que a este también.

Portada de la novela de Miguel Galanes Cauce de la desolaciónCauce de la desolación

En esta novela ‘Cauce de la desolación’, que bien la podríamos situar en un lugar de nombre reconocido e inolvidable de La Mancha, nos encontramos con un mundo engañosamente sereno, armónico y transparente. El observador omnisciente aprecia un universo con dos caras: la reluciente, dispuesta para ser mirada, la que quiere darse a conocer como si fuera un ejemplo a seguir y la oculta, la que nos pilla a tras mano y necesita de nuestra curiosidad para adentrarnos en sus vericuetos, como esas callejuelas malolientes, opacas y gélidas, donde perdernos con la intención de adivinar su catadura por medio de nuestras sospechas. En este apartado, un tanto oscuro y de cueva, se mueve gran parte de sus personajes con nombres, aunque pudieran no tenerlo. La Naturaleza es el principal protagonista.
Mientras unos ganan porque otros pierden, la fuerza de la Naturaleza, por medio del agua, la carencia de esta, la solanera, el polvo, la dureza de la tierra, el dolor y la sangre que corre por sus venas los mantienen a raya. Todos saben que llorar en silencio los consuela, pero nada más. Tienen por costumbre el desdén. Desdén entre los unos y los otros porque al final todos discurren y concurren en el mismo espacio. La ciudad, reverso de la moneda, tiene su importancia. El tiempo se mueve a través de tres generaciones marcadas por la historia de sus acontecimientos para terminar en un resultado común: La desolación, frente a la que se presenta un atisbo de media esperanza recargada de ironía y descreimiento; pero que ante semejantes vicisitudes no hay más remedio que ahuyentarla. Los años de la posguerra, entre los cuarenta y los sesenta, donde el contacto con la tierra les imprime un carácter de identidad moral e ilusión por salir de una deriva y bancarrota. Los años de bonanza, abocados a una falsa sociedad del bienestar, tan transitoria como vana, entre los años mil novecientos setenta y cinco y los noventa. Y, finalmente, los años del engaño y la chanza. Tres momentos en que sus personajes comparten un único espejo, un río donde mirarse para verse y no verse, un río que los arrastra, unas veces con el vértigo del agua y otras con los golpes de las piedras y la ceguera de la turba. Un único estado los identifica y los envuelve desde su varia condición: Creerse y vanagloriarse como unos iluminados en posesión de la razón y en su continua modorra mientras la fuerza de la Naturaleza, a su pesar,  sigue campando a sus anchas sin que consigan hacer nada, a no ser manifestar su vergüenza entre tanto absurdo mediante el cual la vida urbana y rural se identifican. Tal vez sea el río el único personaje en esta epopeya. Y así siempre.

Miguel Galanes

(Miguel Jiménez de los Galanes y de la Flor) nació el 5 de enero de 1951 en Daimiel, en la comarca de La Mancha, (Ciudad Real). Reside en Madrid ejerciendo como profesor de Lengua y de Literatura. Su primer libro de poemas, Inconexiones, apareció en 1979, después publicaría Urgencias sin nombre (1981) y Condición de una música inestable (1984) con el que se cierra su primera trilogía, “La vida errante”. La segunda trilogía, “La vida inútil”, está compuesta por La demencia consciente (1987), Los restos de la juerga (1991) y Trago largo (1994). La tercera trilogía, “La vida de nadie” la forman los títulos Añil, publicado en una primera y segunda edición en 1997, La vida por dentro, en el año 2007 y El viento me hizo (2010), poemario con el que se cierra la trilogía. La cuarta trilogía, “La vida entre todos”, se inicia con Divino Carnaval. El canto de Deucalión (2012). A su labor de crítico se deben títulos ya publicados como ensayos teóricos, Ética y estética en la joven poesía española: El Culturalismo y El Sensismo (1982), En el final de la poesía moderna: Lo caótico y el interés por la propia personalidad (1983), El imperio de la diversidad: Culturalismo, Sensismo y otros… (1989), El Sensismo: Los estertores de un siglo en su final (1990), El tiempo de los profanadores (1992), El arte de la profanación. Elogio de la individualidad (2003) y el Arte de la Ilusión. Elogio de la dignidad (2008).

Miguel Galanes, autor de Cauce de la desolación