El poeta y novelista Miguel Galanes visitó la feria del libro de Puertollano (FELIP’17) y presentó su novela “Cauce de la Desolación” en el Museo Municipal

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Miguel Galanes junto a Eduardo Egido en el Museo Municipal de PuertollanoPuertollano · El Museo Municipal de Puertollano acogió la presentación de la novela de Miguel Galanes “Cauce de la desolación”, poeta inspirador del sensismo, manchego de pro y, aunque afincado en Madrid, no pierde el contacto directo, a veces anónimo, con sus orígenes y paisanos. De la presentación se  encargó el crítico literario Eduardo Egido. Posteriormente el reconocido escritor visitó la feria del libro situada junto a la emblemática Fuente Agria.

Eduardo Egido, destaca en su presentación “la principal protagonista de ‘Cauce de la desolación’ es la Naturaleza, en defensa del equilibrio natural en la zona de los humedales de Las Tablas de Daimiel”, el libro se convierte en una reivindicación de la vida rural, en un compromiso moral y cívico por alertar y remover  conciencias contra lo aparentemente  inevitable.

El título alude inequívocamente a la desolación que sufre el territorio del Parque Nacional de Las Tablas de Daimiel. A lo largo de toda la narración aparece un sentimiento nostálgico por el perdido esplendor de este territorio, abocado en el presente a la desertización y desaparición de su feracidad. Los acuíferos 23 y 24 son esquilmados por una política equivocada y por espíritu depredador del ser humano. Podemos leer: “Ni los ojos de Iluminado ni los de todos los de su generación volverían a ver aquellos campos como entonces, los molinos harineros, ni las riberas aquellas donde su adolescencia se fue escurriendo entre la ciénaga y la ova… Se había creado un propósito: dar testimonio escrito de todo cuanto era irrecuperable, lo mismo que de la causa de todo aquel desafuero”.

También Egido resalta el vocabulario empleado por Galanes en su obra “de gran rigor y propiedad, como corresponde a un profesor de Lengua y Literatura. Abundan las palabras de argot ganadero y popular, bastantes de ellas no recogidas por el diccionario, con el añadido de expresiones desusadas. Así: palagartar, cancamusa, sorrascao, argotera, gazapear, gazuzas, purrela, el aliguí (canción infantil) gurrumino, triqui traque, atajeros, fumeque, japotearse y la extendida balduendo”.

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En la presentación en Daimiel, el poeta Paco Caro, dijo sobre este vocabulario de Galanes en su novela, que era “imposible ocultar que Cauce de la desolación ha sido escrita por un manchego: por sus vivencias, por su vocabulario. Cuánto tiempo que no habíamos vuelto a oír ciertas palabras; japoteo, dornajo, mesao,… y tantas otras que aquí se hallan, y que él hace evidentes en su afán por señalar la dicotomía entre vida rural y estilo urbano”.

Por su parte el escritor afirmó que esta epopeya, como él mismo definió a su novela, le ha tenido enfrascado en la escritura durante los últimos doce años. En ese tiempo, Galanes afirmó haber desarrollado un compromiso moral y ético de un hombre que escucha y recopila información y que después intenta expresarla a su manera, “mezclando realidad y ficción, verdades y mentiras y así analizar la realidad misma, sin juzgarla, bajo mi consciencia y voluntad moral”.

Asimismo, reconoció que “en cada uno de los personajes de ‘Cauce de la desolación’ hay algo de mí, como en ellos también hay parte de mi persona”. La novela transcurre desde los años cuarenta hasta la actualidad a través de tres generaciones como reflejo de las sociedades que representan cada una, “por lo que los lectores se sentirán identificados con todos y con ninguno”.

Recientemente ‘Cauce de la desolación’, tuvo su puesta de largo madrileña en el ‘Rincón de don Antonio Machado’ del emblemático Café Comercial, el más antiguo de la capital, en esta ocasión Miguel Galanes estuvo acompañado por los escritores Juan Van-Halen y Rafael Soler.

Cabe recordar que Galanes fue fundador, entre otras cosas, de la tertulia “El Bolito”, y de una manera u otra, en el Madrid de los setenta se convirtió en motor de los poetas manchegos de la capital. También en aquellos años, en el Café Gijón, junto con Vicente Presa y Fernando Beltrán creó el movimiento poético denominado «sensismo».

Visita a la FELIP’17

A continuación el reconocido escritor visitó la feria del libro situada junto a la emblemática Fuente Agria, donde cambió impresiones con sus lectores y seguidores, también charló con los miembros de la Asociación de Editores y Libreros de Puertollano ‘La Fuente’, promotores de la FELIP’17,  organizada por el Ayuntamiento de Puertollano, la visita de Galanes se incluye en un ciclo de actividades adscritas a esta feria, algo que destacó el editor Julio Criado subrayando que “desde la asociación ‘La Fuente’ pretendemos dar difusión y nuestro apoyo a todas las disciplinas literarias, más si cabe cuando se trata de artistas de nuestra tierra, a los que agradecemos sus obras y esfuerzo, ya que con ellas suman un granito de arena más a nuestro patrimonio cultural”.

Miguel Galanes se interesó por las diferentes novedades literarias, que la feria del libro ofrece en esta edición, quedando gratamente sorprendido por la “poesía comprometida” de la joven Cristina Díaz Aragón “Todas las despedidas son imperfectas”, de Ediciones Puertollano, y a la que quiso conocer visitándola en su lugar de trabajo, un conocido establecimiento hostelero cercano a la ubicación de la feria.

‘Cauce de la desolación’

Que bien la podríamos situar en un lugar de nombre reconocido e inolvidable de La Mancha, nos encontramos con un mundo engañosamente sereno, armónico y transparente. El observador omnisciente aprecia un universo con dos caras: la reluciente, dispuesta para ser mirada, la que quiere darse a conocer como si fuera un ejemplo a seguir y la oculta, la que nos pilla a tras mano y necesita de nuestra curiosidad para adentrarnos en sus vericuetos, como esas callejuelas malolientes, opacas y gélidas, donde perdernos con la intención de adivinar su catadura por medio de nuestras sospechas. En este apartado, un tanto oscuro y de cueva, se mueve gran parte de sus personajes con nombres, aunque pudieran no tenerlo. La Naturaleza es el principal protagonista.

Mientras unos ganan porque otros pierden, la fuerza de la Naturaleza, por medio del agua, la carencia de esta, la solanera, el polvo, la dureza de la tierra, el dolor y la sangre que corre por sus venas los mantienen a raya. Todos saben que llorar en silencio los consuela, pero nada más. Tienen por costumbre el desdén. Desdén entre los unos y los otros porque al final todos discurren y concurren en el mismo espacio. La ciudad, reverso de la moneda, tiene su importancia. El tiempo se mueve a través de tres generaciones marcadas por la historia de sus acontecimientos para terminar en un resultado común: La desolación, frente a la que se presenta un atisbo de media esperanza recargada de ironía y descreimiento; pero que ante semejantes vicisitudes no hay más remedio que ahuyentarla. Los años de la posguerra, entre los cuarenta y los sesenta, donde el contacto con la tierra les imprime un carácter de identidad moral e ilusión por salir de una deriva y bancarrota. Los años de bonanza, abocados a una falsa sociedad del bienestar, tan transitoria como vana, entre los años mil novecientos setenta y cinco y los noventa. Y, finalmente, los años del engaño y la chanza. Tres momentos en que sus personajes comparten un único espejo, un río donde mirarse para verse y no verse, un río que los arrastra, unas veces con el vértigo del agua y otras con los golpes de las piedras y la ceguera de la turba. Un único estado los identifica y los envuelve desde su varia condición: Creerse y vanagloriarse como unos iluminados en posesión de la razón y en su continua modorra mientras la fuerza de la Naturaleza, a su pesar, sigue campando a sus anchas sin que consigan hacer nada, a no ser manifestar su vergüenza entre tanto absurdo mediante el cual la vida urbana y rural se identifican. Tal vez sea el río el único personaje en esta epopeya. Y así siempre.

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