Pregón del poeta Luis Díaz-Cacho, ‘Pregonero del Amor’ en el XXXI Certamen de Cartas de Amor de la Asociación de Amas de Casa, Usuarios y consumidores “El Timón” de Puertollano

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Foto de familia de los participantes del Certamen de Cartas de Amor del Timón en PuertollanoNo puedo entender la vida sin amor. Los valores del amor son los valores de la convivencia, del respeto, del deseo sincero, de la generosidad y del desprendimiento, de la amistad y del encuentro…

Amo la vida,
la luz,
el día,
el color de esta tarde
de febrero
a través de tus ojos;
la lluvia acariciando la ventana
y el olor del ribazo
recién mojado.

Y cuanto más amor
comparto,
mejor me siento
en mi interior.

Porque somos amor,
plenitud de vida,
mañana en el camino
quiero seguir amando siempre
todo lo que me rodea.

Muy buenas tardes, amigas y amigos. Presidenta de la Asociación de Amas de Casa, Usuarios y Consumidores “El Timón”, querida Manoli Sánchez. Queridas socias. Has y habéis conseguido que hoy sea uno de los días más especiales de mi vida. Conocí a Manoli hace unos meses y me pareció una de las personas más apasionadas que he conocido cuando de lo que se trata es de compartir con los demás.

Desde esta Asociación lleváis muchas décadas dándonos tanto amor que no sé si sois conscientes del bien que hacéis cada vez que lo compartís.

Jamás pensé hallarme aquí, en el Certamen del Amor con más solera y personalidad de España; aquí en Puertollano, para pregonar al Amor. Y más aún, a sabiendas de las grandes personalidades que me han antecedido en esta encomienda.

Llego a Puertollano pleno de humildad y de agradecimiento. Con el nerviosismo de la responsabilidad. Y con el corazón latiéndome a borbotones del amor más sincero que pretendo compartir con todas vosotras.

Mi querida amiga y compañera, Maite. Alcaldesa de Puertollano. Tu generosidad y tu amor a tu ciudad no tiene parangón. Ya no se trata de política. Tampoco de gestión. No puedo entender tu desprendimiento y tu generosidad si no son desde el inmenso amor que sientes por tu ciudad y por tus vecinos y vecinas.

Amo la vida/ la luz/ el día…. ¿Os habéis detenido a pensar en la importancia del amor en nuestras vidas? El amor es tremendamente importante en nuestra existencia. Amamos a raudales, a manos llenas, para compartirlo todo con los demás. La vida sin amor acaso es nada, un tiempo vertiginoso que se nos escapa entre los dedos.

Allí donde el amor habita la palabra se hace verso y la estrofa poema para el entendimiento y el encuentro de los unos con los otros.

Y, acaso, es eso lo que anhelamos, nuestro espacio de encuentro más fiel para compartirlo con todas las personas a las que queremos, siendo conscientes de que nuestro tiempo es efímero y se puede acabar en un instante imprevisto.

Por eso pretendemos caminar cada día sin debernos nada, entregándonos todo; a veces, la palabra, a veces, los silencios; a veces, los deseos.

Creo en el amor. En el amor al prójimo, al cercano, al que conozco; y al lejano, al que no suelo conocer.

No puedo entender mi existencia sin el amor abarcándolo todo, preñando cada instante, iluminando cada segundo.

Cada día estoy más convencido de que nacemos de la esencia del amor, del encuentro del amor de dos personas que se aman, para transmitir amor a raudales en nuestras relaciones con los demás.

Y es precisamente, ese compromiso con la transmisión que hemos adquirido el que habría de ir conformando nuestros comportamientos y nuestras actitudes en la vida.

Que somos (ante todo) amor, no lo dudo. Ahora bien, entiendo que no es nada sencillo desprenderse del bagaje de lo cotidiano, de lo material que nos rodea, para concebir nuestro sentido de amor con la existencia. Con la propia y con la de los demás.

La vida es búsqueda constante y continúa de amor. Amor que nos haga ser felices. La felicidad y el amor siempre caminan de la mano. Como la pareja más sincera que se habla mirándose a los ojos henchidos de lluvia.

Quien ama, quien quiere, jamás podrá tomar una decisión que haga daño a una o a otras personas. Quien ama comparte, entiende, coopera, colabora, busca el espacio del encuentro para que el amor continúe fluyendo.

Hoy he venido a Puertollano a deciros que os quiero. Que mi vida está colmada de amor para compartir; que fluye cual cascada para inundar vuestros corazones con mis sentimientos más puros.

Hoy he venido a Puertollano a deciros que somos cómplices de un compromiso que consiste en amar a corazón sangrando todo cuanto ocurre a nuestro alrededor, la vida toda, para que la convivencia y la existencia tengan sentido.

No puedo entender la vida sin amor. Dos personas desconocidas se miran y el corazón se desboca para abarcarlo todo. Desaparece el apetito. Las ojeras delimitan nuestros ojos. Una explosión química nos revoluciona el estómago. Y tan sólo sabemos que somos nosotros cuando estamos frente a frente a la persona amada.

Ahora les hablo del amor en pareja. Del amor entre dos. De la búsqueda y del encuentro. De una porción del amor que somos en la globalidad del amor que podemos compartir. De una parte del todo.

Te quiero libre en nuestro amor
sin más dependencias
que las que tejen las manos;
y así, tú, libre en tu pensar,
yo libre en mi pensar,
nos iremos encontrando en los descansos
que el camino de la libertad
va estableciendo para nosotros.

Y entonces, y por unos segundos,
seremos prisioneros del amor,
porque así lo hemos deseado
tú y yo.

El amor en pareja ha de basarse en el respeto a la otra persona. Se nutre en el entendimiento de los espacios de libertad que necesitamos. Una relación de dos ha de ser una relación de confianza y de compromiso.

Estamos juntos por que queremos, porque así lo hemos decidido. Y depende tan sólo de nosotros dos hallar los espacios precisos para el encuentro.

Esta relación se nutre de una comunicación fluida y sincera que alimenta cada día el alma y las entrañas para sentirnos juntos.

A veces, incluso los silencios son más necesarios que las palabras para decirnos tanto.

En este amor de dos, en pareja, nos ha costado entender (quizás por educación) que el amor no entiende de género. El amor se abre camino a través de las dificultades para alcanzar el corazón de la persona amada.

Llevo tu sed clavada en mi costado
como un adiós preñado de ambrosia,
en los labios la fe de la utopía,
cuando abrazo tu piel todo es sagrado.

Y no logro saber si esto es pecado,
o es amor en la tarde que confía
con amar en silencio. Osadía
es estar todo el tiempo enamorado.

Me carcome tu amor y me engrandece.
A tu lado mi huerto se florece
con la sabia más joven de esta espera.

Me entristecen los ojos de la gente
que no dejan que amemos libremente
en las alas del sueño la quimera.

Amor, amarte así como te amo,
que ya no soy yo mismo en el camino.
Un rayo que desciende vespertino
para herirme en mi ser. Yo te proclamo

amor que mana puro. Y te llamo
amor, y más que amor, en masculino.
en femenino.
La palabra es amor, y mi destino
contra todo el mundo yo lo reclamo.

Que nadie me confunda en el sendero.
Tu amor y tu amistad es lo que quiero,
la paz de tu sonrisa en la alborada.

Que nadie intente nunca separarnos,
que a nadie hacemos daño con amarnos,
que yo sin este amor no siento nada.

Y te llamo amor/Y más que amor, en masculino (en femenino)/La palabra es amor, y mi destino/contra todo el mundo yo lo reclamo.

Y en esta circunstancia yo preguntaría ¿Quiénes somos nosotros para juzgar cómo ha de sentir el corazón cuando se desborda en su crecida? ¿Quiénes somos nosotros para juzgar el amor de los demás?

Volvemos al inicio. A entender todo tipo de relaciones desde el respeto a la manera de sentir. Los valores del amor son los valores de la convivencia, del respeto, del deseo sincero, de la generosidad y del desprendimiento, de la amistad y del encuentro…

Llegados ya muy cerca del final de mis disquisiciones que he querido compartir en esta hermosa tarde de febrero con todos ustedes me gustaría compartir algunas reflexiones, aquí y ahora, sobre el amor, para entender que el amor es atemporal e inédito. No tiene edad y tiene todas las edades. Es único e irrepetible. La adolescencia del amor se halla en la edad del sentimiento. Y nos llega el amor abriéndonos por dentro el claustro de los años para desbordarnos el corazón y la sonrisa… Y te veo pasar y se me enciende la pupila en tu encuentro con una lluvia de luz y de esperanza en el aliento.

Sentir…Sentir…Sentir…Sentir está en la esencia. Las acepciones del amor son tantas como capacidad de dejar que sienta el sentimiento. Y en esta tarde, cuando ya los últimos rayos del sol declinan en la eternidad del horizonte de La Mancha arrastrados por el viento ábrego, os siento a todos con la misma sinceridad de la palabra que escribo.

Volvéis a tener razón en esta tarde. El amor llega y nos sorprende en los secretos más íntimos del corazón. Y entonces, volvemos a la edad a la que el amor quiera transportarnos, para que el pálpito nos acoja con un ritmo que nos delata en el pecho y en el rostro.

Y en esta circunstancia, la adolescencia es la edad en la que el amor nos inunda por dentro con una explosión de colorido.

Lo he visto en la calle; en la calle y en la gente. He visto la mirada de complicidad de los quince años a la edad de los cuarenta o de los cincuenta…o de los setenta…No importan los años. Una sensación de ánimo nos envuelve la vida cuando, de verdad, el amor nos abraza. Pareciese como si un hálito renovado nos cambiase el aspecto en un cielo de luz que nos desborda.

Entonces el amor nos hace niños y adultos, frágiles y fuertes, cuerdos y locos. Y la vida, toda, entera, se llena de iluminación en el camino. Y todo vuelve a tener sentido (incluso la existencia).

Amigas y amigos, muchísimas gracias por vuestra atención. Reiterar mi gratitud a vuestra invitación. Felicitar a los premiados. Que el amor no deje de fluir en vuestros corazones a pesar de que vivimos en un mundo que pretende influirnos a cada instante para que no podamos ser nosotros mismos.

Al fin y al cabo de eso se trata, de ser nosotros mismos. De irradiar amor y felicidad en la futilidad de nuestra existencia para compartir a manos llenas tanto amor como somos, tanto amor como tenemos.

Os convoco a la causa del amor, a salir a la calle a compartir amor, a repartir abrazos, a irradiar sonrisas. Porque no hay nada más hermoso que la espera del abrazo o la esperanza en el encuentro. Y que nuestros labios multipliquen infinitamente la palabra “te quiero”.

¡Qué seáis felices!

Luis Díaz-Cacho Campillo.-