Recitadores amueblando el silencio

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Foto de familia de los poetas participantesJAVIER MÁRQUEZ (Tacones rojos) · Un micrófono, un poeta, tres minutos. No hace falta más para disfrutar de un torneo excelso, una batalla de versos, una nueva tribuna popular para la literatura; un ritmo trepidante que mezcla textos controvertidos con la tensión de la competición.

Se llama Slam Poetry y nos llega de EEUU como una bocanada de aire fresco para la que siempre pareció la hermana menor de la literatura. Las reglas son sencillas: poemas propios, ni música ni disfraces y un tiempo máximo de ciento ochenta segundos. En ese espacio cabe toda la sensibilidad y la dulzura de los creadores, sus musas les inspiran para profundizar sin tregua en los sentimientos y mostrarlos llenos de esbelta dinámica y musicalidad.

La noche se iniciaba con la exhibición de la experta artista en spoken word, Queen Nzinga Maxwell que desde su Costa Rica natal y gracias a las diligencias de Ivan Dyso nos trajo los sonidos del spanglish, el castellano, mekatelyu e incluso los de su patua jamaicano enraizado por sus progenitores afroamericanos. Nos cautivó no solo su lírica sino también su musicalidad y su emanación de ese suave erotismo caribeño femenino y feminista que acarició nuestros sentidos y que quedó flotando en el ambiente en la negra y plácida noche de ébano que se abrió sobre nuestro universo elegiaco.

Después de ella empezó la justa, más regada de buen ambiente que de competitividad propiamente dicha. Eso no nos evitó los nervios a los participantes ya que verse con un micrófono en la mano y decenas de ojos mirándote mientras desnudas tu alma a través de lo que tu numen ha gestado y alumbrado no es nunca asunto de fácil deglución.

En el entremedio Queen Nzinga nos volvió a encandilar y con la irrupción sorpresiva del gran Luis Molina se dio paso a los participantes: Eusebio Loro con su texto Me acuso, después, un servidor, Javier Márquez, que leí mi Boquiabierto, Ana González Serrano con ¡No!, Cristina Díaz Aragón con Adivinanza, Amaranta García Carrasco con Habitación vacía, Sara y Punto con Perspectiva, Marcos Simancas (Destrozo) con En el patio del mundo, Francisco Jesús López con Redención o camino condena y exilio y las intervenciones de Roberto y Nouco. De esta manera se situó bien alto el pabellón versificador literario provincial con una performance repleta de la genuina magia de las palabras.        

En la finalísima llegaron Marcos Simancas (Destrozo) con A la intemperie, Cristina Díaz Aragón con Recuerdo y Ana González Serrano con El libro sin título. Después del fallo del exigente jurado popular que cortésmente escuchó con atención a todos los participantes, se impuso con justicia esta última que recibió de las manos del maestro de ceremonias, Pixie, organizador de este evento propio del equipo de Luna, una placa conmemorativa por cortesía de Alfarería Virgilio de Puertollano. Colaboraron en la estupenda noche poética, Dj Xabertum que amenizó con música los interludios y las bien llevadas cuentas de las votaciones las hizo eficazmente Maribel Canal.

En resumen, llenazo espectacular en una inusual noche de sábado en Disco Pub Luna para disfrutar de la poesía de estos diez amateurs recitadores que acariciamos los oídos del público con nuestras trovas y humildemente amueblamos el silencio de la fría oscuridad borrando las sombras a base de rima y de ritmo enardecido. Entretanto, para algunos noctívagos remisos al sueño, la negrura de las esquinas de la noche nos empezaron a clarear en el horizonte por desliz de los impacientes primeros rayos del Sol que osaron indecorosamente en acortar la noche para afrontar con excesiva premura y sin permiso el nuevo día. ¿Quién dijo que corren malos tiempos para la lírica?