Entrevista con Eduardo Toledano: “Cualquier tiempo pasado fue peor. Otro cantar son los privilegiados”

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Eduardo ToledanoOretania/J. Criado · Eduardo Toledano nace días después del fin de las cartillas de racionamiento, en pleno franquismo. Se cría en Brazatortas, donde va a la escuela de don José, hace la primera comunión y juega a los juegos populares de entonces. Los primeros años pasa temporadas en La Veredilla. El bachiller lo cursa en Almodóvar y Puertollano.

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Está en el equipo de futbol cuando más ilusiona a los torteños, siendo su presidente Marino el zapatero. También andorrea por el campo, y los paisanos le preguntan si va de caza o a ver los olivos. La lectura la cultiva a resguardo, aunque Serapio el cartero, que le entrega envíos de libros, lo mira como si emulase a Alonso Quijano. En cambio, Casimiro el panadero, una noche de verano tomando el fresco en la esquina del pelliquero, le sorprende:  serás un buen historiador – le dice.
Tiempo después colabora en la prensa provincial y comarcal sobre ecología, sociedad, historia y patrimonio popular, la Casa de España en París le premia un trabajo sobre emigración, publica “Hábitat rural tradicional en la comarca de Puertollano” y “A un paso de Alcudia y Sierra Morena”, se licencia en Geografía e Historia, hace los cursos de doctorado y documenta el cambio social en Almodóvar del Campo.
Tras un largo silencio sobre el mundo rural, este es un libro que debía sacar.
Oretania, con motivo de la edición de su libro ‘Cuando dejamos la boina. Historia e imágenes del fin de un mundo rural’, entrevista a su autor Eduardo Toledano,

pero antes de entrar de lleno en nuestra entrevista,
¿Puedes decir a los lectores de Oretania, quién es Eduardo Toledano?

Una persona poco práctica que se interesa por asuntos heterogéneos que no le reportan provecho material. No tiene remedio.

“Cualquier tiempo pasado /fue mejor” nos dicen los versos de Jorge Manrique en las coplas dedicadas a la muerte de Don Rodrigo, su padre. ¿Estás de acuerdo con esa afirmación?
Para la mayoría de la población cualquier tiempo pasado fue peor. Otro cantar son los privilegiados, las idealizaciones del pasado o el pensamiento mítico. Los historiadores saben esto, o deben saberlo. A los que lo duden y les guste leer, les recomiendo un libro editado en 2018: “En defensa de la Ilustración” de Steven Pinker.

¿Que es “Cuando dejamos la boina”?
En primer lugar un libro sobre el fin del mundo rural pre moderno en la comarca del Valle de Alcudia. No fue una reforma o una evolución, sino una destrucción, o, si se quiere, un cambio radical. En segundo lugar una especie de homenaje por parte de alguien, el autor, que fue testigo del proceso. Escribirlo ha supuesto un continuo trajín entre el pasado y el presente, sin olvidar que los documentos -sean textos o fotos- son el sustento esencial.

En la década de los 80 realizaste una captación de imágenes por los rincones del Valle de Alcudia. Cuéntame cómo fueron aquellos días y que te motivó a hacerla.
El mundo rural desapareció ante mis narices. Muchas veces pensé que debía fotografiar lo que quedaba de él, pero transcurría el tiempo y no hacía nada. Hasta que pasó lo que cuento en la introducción y me lancé a ello. En cuanto a la experiencia, fue inolvidable. Yo ya estaba acostumbrado a hablar con gentes mayores de los pueblos, los representantes de aquel mundo (una afición que todavía conservo, aunque ya apenas quede con quien hacerlo), pero penetrar en sus casas, en sus rincones más íntimos, con afán de fotografiarlos, dio al asunto una nueva dimensión.

Me consta que en tu libro no están todas esas imágenes, ¿Cómo has realizado esa selección y que es lo que ha primado a la hora de hacerlo?
Ha sido difícil dejar algunas fotos fuera. Me compensó que muchas de las mejores dejarían la sepultura de los cajones y saldrían a la luz. Primero redacté el relato histórico y luego empecé con las fotos. A partir de un esquema, de una ordenación temática en capítulos, hice una primera selección. Después, amigos o conocidos me han ayudado en la selección final.

Llevas paseando bastante tiempo por el Valle de Alcudia y sus pueblos, ¿hemos cambiado mucho?
Mucho. En cuanto a la fisonomía exterior de los pueblos, he podido apreciarlo en 2017, cuando volví a muchos de los lugares que había fotografiado 30 años antes. En cuanto a las personas y sus costumbres, también. Por ejemplo, antes, cuando llevábamos boina, se miraba el cielo para observar como venía el tiempo. Después, en los años 60 veíamos los mapas planos de Mariano Medina, que solo tenían las rayas curvas de las isobaras. Ahora cualquiera consulta el tiempo en su móvil.

Cuando dejamos la boina 2019

¿Que resaltas como más importante de tu estudio?
En la comarca del Valle de Alcudia no se había hecho un estudio pormenorizado sobre el cambio económico y social durante el franquismo, del subdesarrollo al desarrollo. En el libro hay mucha información inédita. Y en cuanto a las fotos comentadas de interiores domésticos, no conozco ningún trabajo sobre el mundo rural que lo haya hecho, no ya en la comarca, sino en España.

¿Se puede decir que esta zona de la provincia de Ciudad Real es parte de esa “España vaciada”, como ahora se ha dado en llamar a la despoblación de nuestros pueblos?
En esta zona de Ciudad Real hay un islote industrial, Puertollano, que está en decadencia. Puertollano ha absorbido población de los alrededores y ha sostenido parcialmente a Almodóvar y Argamasilla, ya desde finales del siglo XIX. Pero, en líneas generales, todo el sudoeste de Ciudad Real es parte de la España vacía o vaciada. En cuanto al Valle de Alcudia propiamente dicho, el vaciamiento actual es extremo, desolador.

¿Crees que tiene alguna solución ese vaciamiento de los pueblos?
No tiene fácil solución. En primer lugar, la mecanización del campo es irreversible. En esta comarca el atractivo del turismo rural  es limitado; no se puede olvidar que no tenemos playa, un paisaje de alta montaña ni un patrimonio histórico -artístico abundante. También hay que tener en cuenta que ni en los años de crisis económica el campo ha sido atractivo para los jóvenes. En mi opinión, para tratar este problema hay que considerar muchos factores: la experiencia en otros países y otras comarcas, el cuidado del patrimonio natural y la estética de los pueblos, las facilidades para que los jubilados que quieran puedan vivir en sitios pequeños y tranquilos, la mayor calidad de vida para familias con niños pequeños, siempre que haya servicios mínimos como escuelas, sanidad e Internet. Y desburocratizar: hay que proteger la salud y el medio ambiente, pero estamos inundados de normativas excesivas e impuestos excesivos que dificultan las iniciativas económicas.

¿En que estamos mejor ahora y que es lo que nunca debimos perder?
Comparando con 60 años atrás, estamos mejor ahora en todos o la mayoría de los indicadores de la sociedad de bienestar: sanidad, educación, libertad, justicia social, progreso material. Dentro de que generalizar es siempre un riesgo, pues hay gente y situaciones muy variadas, no tengo tan claro ese progreso en otras variables como solidaridad, sentido de lo colectivo o convivencia vecinal.

 
¿A quién le recomendarías tu libro y cuál sería el motivo de esa recomendación?
Lo digo en la introducción: este libro está destinado a los paisanos, a los interesados en la España rural y a los estudiosos del cambio social. De la calidad del producto los lectores son los jueces. Mi propósito ha sido doble: por un lado ilustrar, o sea, ofrecer información estructurada, contextualizada; por otro tratar de que lo anterior se ofrezca de forma amena. En la cita que encabeza el libro, de Carmen Iglesias, directora de la Academia de la Historia, se sintetiza lo que es para mí la historia: enseñanza.

¿Cómo crees que será esa comparación dentro de otros 30 años?
El mundo rural moderno no tiene ninguna autonomía, sino que está y estará cada vez más integrado en la marcha general de la sociedad. En esa perspectiva global traigo otra vez a Carmen Iglesias, quien dice que la historia permite entender mejor el presente y concebir de otra manera el futuro. Pero el futuro se hace siempre en el presente. La pregunta a cada cual es: ¿ponemos nuestro grano de arena en mejorarlo?

 
¿Quieres decir alguna cosa más?
Sí, que no soy un erudito ni un cronista local. En todos o casi todas las localidades hay gente que sabe mucho de las cosas de su pueblo, de su historia. Son necesarios y los respeto, pero no es mi caso. Me he limitado a exponer, en base a una información obtenida hace 30 años, un proceso de cambio mientras Franco mandaba en España. En primer lugar con la ventaja de haber sido un testigo y en segundo lugar con la constatación de que de la historia siempre se pueden sacar enseñanzas. Me remito al epílogo.