Fondo editorial: ‘Paisajes rabaneros’ I Maratón Oretania de fotografía (Ediciones C&G · 2014)

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Entre los libros que componen el fondo editorial de ‘Ediciones C&G’, encontramos ‘Paisajes rabaneros’, editado con motivo de la celebración del ‘I Maratón Oretania de Fotografía’, el 31 de mayo de 2014, coordinado por el fotógrafo artístico ‘Vhserrano’ y el editor Julio Criado. Este libro compendia 173 imágenes realizadas por Javier Patiño Gallego, María Del Prado Manzanares, Illán Mejido Fernández, Pedro Julián Villa Clemente, M. Antonio García Carneros, Alejandro Castellanos Patón, Francisco Hinojosas García, María Manzanares Porras, Fernando Mejido Castro, Víctor Donoso González, Saturio Navarro Ruiz, Pedro Mozos y Julio Germán.

Dicho maratón, tenía como objetivo principal dar a conocer rincones de Argamasilla de Calatrava a través del ojo fotográfico que, como es obvio, es diferente al ojo humano; luces, sombras, formas que, por ser habituales en nuestras vidas, cuando se plasman a través del objetivo nos resultan más atractivas. Y como secundario, estimular al aficionado a la fotografía y sacar a la luz su intuitiva para que con su pincel fotográfico aireen bonitos recuerdos rabaneros.

Y lo consiguieron. En “Paisajes Rabaneros”, se pone en otra perspectiva el patrimonio que Argamasilla de Calatrava atesora en sus rincones y esquinas, en sus gentes y sus momentos. Paseando por sus 132 páginas nos adentramos en espacios y lugares, algunos que, de lo cotidiano, son totalmente desconocidos y otros que cuesta localizar su emplazamiento. Imágenes que aun habiendo pasado tan solo ocho años, te atrapan con sus añoranzas, todas entrañables.

El libro, a color aquellas imágenes que así lo han requerido, otras destacan por su belleza en tonos grises, todas atrapadas en el instante; con un formato de 17×24 cm., en su portada figura la imagen del primer premio, obtenido por Javier Patiño Gallego, en la que se conjuga una vista del moderno puente sobre el seco Tirteafuera y el parque de su rivera. En su contraportada, el segundo premio, obtenido por María del Prado Manzanares, quien nos ofrece una imagen en B/N, de rabaneros jugando a la petanca en uno de los parques de la localidad y también podemos ver la fotografía que obtuvo el primer premio de la categoría infantil realizada por Illán Mejido Fernández, en la que se aprecia ‘El Puente de Hierro’.

En el interior encontramos el cartel del evento, diseñado para la ocasión por el artista gráfico Rubén Cascado, quien realiza una reducción esquemática de la fusión de dos conceptos: el camino y la cámara. Iniciamos el recorrido por el libro con las once imágenes del ganador del primer premio, Javier Patiño Gallego, quien nos ofrece algunos paisajes del interior de la bodega de la Cooperativa Agrícola Nuestra Señora del Socorro, algo de paisaje humano y rincones de Argamasilla como el hortelano, sus huertas y la plaza de Canuto.

Las siguientes imágenes son las de la ganadora del segundo premio, María del Prado Manzanares, quien juega con el blanco y el negro para ofrecernos 12 imágenes, en las que no faltan los vecinos del lugar, en una de ellas podemos ver al que fue primer peñero de las fiestas septembrinas en honor a la patrona y una imagen a color de un lúdico ‘skyline’ rabanero.

Diez imágenes variadas, son las que nos ofrece el joven Illán Mejido Fernández, ganador de la categoría infantil, quien además de la foto premiada, el reloj de la plaza, norias, la ermita de San Juan y paisajes urbanos, destaca dos de ellas dedicadas al juego de la petanca con un grupo de veteranos jugadores.

El siguiente en ofrecernos su buen hacer, es Pedro Julián Villa Clemente, quien destaca lugares, detalles y emplazamientos que ponen a prueba nuestro conocimiento del lugar, unas efímeras como campo de amapola, otras misteriosas al igual que viejas maderas llenas de malezas, que antaño fueron orgullosas puertas y entre sus doce instantáneas destacamos ‘cacharros’ de barro para regalo, realizados por los alfareros locales.

Continuamos adentrándonos en las profundidades del libro, en la página 56 se inicia el recorrido por las catorce postales que M. Antonio García Carneros nos ofrece, vecinos leyendo plácidamente la prensa del día, otros paseando en bicicleta, espacios urbanos y campestres, lugares, unos llenos de vida y otros que gritan recuerdos ajados por el tiempo, pero todos cercanos a nuestro afán diario, nos quedamos con la imagen de la moto del ayer infantil, junto a la del ahora, reposando una al lado de la otra al igual que los sueños de quienes las han manejado.

Y con sigilo nos adentramos en el bloque fotográfico de Alejandro Castellanos Patón, que con sus catorce instantáneas juega con el campo rabanero y las calles del pueblo, con el color y con los grises, con el ayer y con el hoy, con las tinajas que fueron depósito de alegrías en recinto cerrados y hoy refugios de reptiles en campos abiertos, vecinos cuya mirada va más allá de lo cercano, en esta ocasión nos quedamos con el cartel de la calle Pinto, que nos recuerda que un día Argamasilla de Calatrava tuvo teléfono público.

Y el hoy lo trae Francisco Hinojosas García, capturando para el mañana sus catorces retazos, pinceladas del cuadro de la vida en un día del pueblo, que igual nos enseña sus calles, como a sus vecinos, las labores agrícolas con sus útiles y la nobleza de lo que antaño era el compañero fiel del hortelano y hoy solo es un recuerdo más, salvado por algunos ensoñadores que se niegan a que el burro deje nuestros campos. Espacios llenos de vida, vida infantil que juega a la sombra del patio del santuario de Nuestra Señora del Socorro y vida experimentada de vecinos con surcos en su piel como los surcos de sus campos, de nuevo el ayer y el hoy fundiéndose en uno solo, abuelos y nietos, y en este caso nos quedamos con la mirada hueca del hortelano que impertérrito deja pasar el tiempo alrededor de él.   

Miradas que se asoman a las páginas del libro como las del niño que nos retrata María Manzanares Porras, junto a otras ocho imágenes más, en las que nos muestra la soledad de aquellas bodegas que fueron almacén de sueños y ahora es lugar para que una joven higuera empiece a ver la vida. Vida que no falta en este laborioso pueblo, donde sus ovejas pacen cerca de sus casas.

Esa vida placida que Argamasilla sabe darle a sus mayores y que Fernando Mejido Castro ha sabido encontrar y que nos enseña en sus ocho imágenes, entre las que no faltan esos guiños al ayer, que a lo largo del libro vamos encontrando en imágenes diferentes, pero en armonía con el devenir diario, como esos cangilones que dejaron su función para pasar a ser un ornamento más de las calles rabaneras.

Y es que el campo y el pueblo se funde en uno solo, como así nos enseña en sus quince fotografías Víctor Donoso González que, junto a naturaleza muerta, nos muestra naturaleza llena de vida, lugares y calles, campo y pueblo, todo en perfecta armonía, sin temor ni rechazo, uno al lado del otro caminando por la senda de la vida. Resaltamos la imagen que cierra su bloque, un campo lleno de pueblo, con paredes de ayer y techos de hoy.

Y de hoy son las bodegas que Saturio Navarro Ruiz, nos retrata entre sus trece imágenes, toneles jóvenes llenos de vino nuevo, de las uvas de viñas que el rabanero sabe cuidar, como cuida sus calles, sus plazas y sus iglesias, gente de aquí con el futuro en sus manos, jugando con él, al mismo tiempo que lo protege, como sabe proteger lo suyo y así vemos unas cuidadas flores en el santuario, en la fuente de la plaza de Canuto y en ese hortelano que reflexiona con sabiduría de lo que el tiovivo de la vida mueve a su alrededor.

Al igual que ese anciano que descansa a la sombra en los soportales del ayuntamiento, añorando días en lo que la vida era igual pero diferente, distinta pero tan igual. Ayer, hoy y mañana se funden en las doce fotografías de Pedro Mozos, quien nos trae luces y sombras, detalles de nuevos rincones, la belleza de las rosas y un barrigón botijo que vierte agua sin cesar, mezcla de lo que en cada rincón de Argamasilla se puede encontrar cada día.

Cual epílogo de buen libro se tratase, Julio Germán nos ofrece sus quince pinceladas de pueblo y campo, donde pasamos por un mercado con su afán diario a una dormida huerta, con cangilones solo llenos de recuerdos y que viene a resumir todo lo anterior. Pero como nos ha quedado ganas de más, volvemos páginas hacía atrás mirando por cada una de las ciento setenta y tres ventanas de aquel 31 de mayo de 2014.

J.C.G.

A mi amiga Julia, quien siempre me sorprende con sus elogiosas palabras.

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
con un aullido interminable,
interminable…

Palabras para Julia
José Agustín Goytisolo