Familia de picapedreros en las obras de ‘Calvo Sotelo’ en Puertollano

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Julio Criado García

Revolviendo en mi archivo digital de fotografías antiguas, he encontrado varias fotos personales y de gran valor sentimental para mí. No acostumbro a poner en medios de comunicación o redes sociales fotografías familiares o personales, más allá de las meramente profesionales. Realizando una excepción, aquí les dejo varias fotos de mi familia, en concreto de mi abuelo paterno Miguel Criado Puentes, hijo de Carmen “La Lucera” y Julio el “Granatuleño”. Mi abuelo nació en 1910, en Calzada de Calatrava, de oficio “picapedrero” y tras diversas vicisitudes terminó por recalar en Puertollano, en la década de los años 40 a 50 del siglo pasado.

El oficio de picapedrero es uno de los más antiguos. La piedra ha sido labrada por el hombre casi desde los inicios de su existencia. Surge fundamentalmente en el periodo Neolítico o nueva edad de piedra, cuando el hombre comienza a utilizar la piedra para la construcción de su vivienda por su resistencia y durabilidad.

La construcción fue evolucionando y el oficio, aunque duro, fue convirtiéndose en una profesión que contaba con cierta consideración. Los picapedreros, profesionales libres, eran requeridos en multitud de obras de grandes infraestructuras, como sucedió con la construcción de “La Fábrica” en Puertollano y todo lo que aquello conllevó, pantano, Poblado y todo tipo de edificios en lo que llegaría ser el complejo que hoy conocemos como Repsol en Puertollano, antigua Calvo Sotelo.

En noviembre de 1942 se creó, por iniciativa del recién nacido Instituto Nacional de Industria, la Empresa Nacional Calvo Sotelo de Combustibles Líquidos y Lubricantes. Un año más tarde, se empezó a construir en Puertollano una fábrica de destilación de pizarra bituminosa y aquí se vino mi abuelo con su familia y formó una cuadrilla de trabajadores, con la que estuvo trabajando en aquellos inicios de la Calvo Sotelo, armados con porrillos y porras de largos astiles, picos, raederas, rastrillas, cuñas, punteros y cinceles; protegidos con gafas de tela metálica muy fina y espinilleras de madera; refrescándose con el agua acarreada en búcaros o pequeñas cubas de madera; convirtieron grandes piedras en grava fina y otras talladas según necesidad.

Material que era acarreado con pequeñas espuertas de asas trabadas, hasta las carretillas de mano y de estas a los pequeños camiones que subían monte a través, hasta el inicio de la pedriza de turno. En el puerto Mestanza, llegaron a tener un pequeño molino de piedra, para la grava más fina.

De las tres imágenes que acompañan este artículo en una de ellas se está descargando grandes piedras en el Poblado de Puertollano. En otra se puede ver la cuadrilla trabajando en el puente sobre el río Ojailén, e imagen del estado actual de dicho puente.

Y la que abre el artículo es de algunos años después, década de los años 60, delante de uno de los camiones, el abuelo Miguel, tres de mis tíos, Manolo, Juan y Salvador, la abuela Loreta y la tía Concha, uno de los conductores y yo de pequeñajo.