
Roberto García-Minguillán de Gregorio
Puerta Grande para Emilio de Justo y Roca Rey, ante una enclasada corrida de Loreto Charro.
Ambientazo de lujo y sin precedentes, el vivido en la corrida de feria de Almodóvar del Campo, con un llenazo “hasta el tejado”, y que hasta los músicos tuvieron que vérselas para encontrar sitio donde estuvieran los componentes juntos.
Muy bien presentada la corrida de M. Loreto Charro, de gran condición y juego, destacando el cuarto ejemplar de la tarde.
Emilio de Justo tuvo una actuación rotunda en el coso de “Las Eras de Marta”. Con el primero lo recibió con unas templadas verónicas que intercaló más tarde con chicuelinas de mucho gusto y una media de mucho sabor. El toro, muy serio de delante, fue un manantial de bravura, y Emilio se impuso con magisterio hasta alcanzar la obra cotas artísticas de gran calado en el tendido, la pena fue que esfumara el triunfo con el mal uso con el acero. Saludó una sonora ovación.
Saltó el ruedo un precioso toro de Loreto Charro, de preciosas hechuras y que, ya de salida, tomaba las telas con celo, prontitud y acometividad. El toro mostró su bravura empleándose y empujando con fuerza en el caballo. En el trasteo muleteril, Emilio de Justo compuso un trasteo creciente en intensidad y emoción, con tandas realmente cumbres al natural, alargando el brazo con temple, e imponiendo el dominio y la firmeza del matador, siendo todo ello aderezado con esa inconfundible estética y una torería sin igual. Abrochó la obra con unos naturales con la derecha a pies juntos que puso al público en pie. Mató de gran volapié, pero al segundo intento, perdiendo así los máximos trofeos. Tras la clamorosa ovación al toro en el arrastre, ¡Toro bravo de verdad!, el torero compartió con el respetable su alegría y entusiasmo al cortar dos merecidas orejas.
Juan Ortega es un torero de culto, y a sus manos fue a parar el lote más deslucido del festejo y muy a contra estilo, pero el trianero sentó cátedra y dejó una obra para el recuerdo. Ocurrió en el segundo de la tarde, un toro que iba siempre con la cara alta y que costaba verlo metido en la muleta. Tragó el torero consiguiendo muletazos soberbios, aunque de uno en uno. Fue una faena sin alardes, sin estructura definida, sin concesiones de cara a la galería…pero hubo inspiración, magia y duende; y aunque a media altura, dejó muletazos al ralentí…Ortega elevó su gracia sevillana y la esparció en el ruedo almodovareño. Perfume con olor a toreo caro. Fue premiado con un solitario trofeo que supo a poco.
Con el quinto, toro áspero y sosote, Ortega no lo vio claro, y tampoco se entretuvo en perder el tiempo, y como se diría en las crónicas de antaño, el torero “le quitó las moscas” y hasta aquí hemos llegado. Cosas de los toreros artistas….
Roca Rey trenzaba su tercer paseíllo como matador de toros en la provincia. Sus anteriores, y escasas comparecencias, fueron en Ciudad Real y Alcázar, y en ámbas no tuvo demasiada fortuna. A la tercera fue la vencida y en Almodóvar se pudo resarcir, e incluso acabaría saliendo por la puerta grande. Su primero, posiblemente el de peor condición y de mayor peligro de la tarde, Roca lo intentó sin demasiado lucimiento. Cierto es que el toro estuvo a punto de echárselo a los lomos hasta en dos ocasiones, y el peruano tomó sus debidas precauciones, incluso de manera descarada a la hora de entrar a matar. Hubo parte del público que entendió el peligro sordo del toro y aplaudió al torero; otros, en cambio, mostraron su discrepancia con la actitud del torero. Al final hubo división de opiniones, donde se fundieron los aplausos y las protestas….¡Qué bonito es el toreo!
Pero salió el sexto y cambiaron las tornas, el toro tomó dos abundantes puyazos, ante las protestas del público que lo consideraba excesivo, pero algo le vió Roca que poco a poco fue afianzando a un animal que tenía sus teclas, pero que acabó metiendo en el canasto y aflorando la nobleza y clase del burel. La faena, muy interesante y de largo metraje, tuvo dos partes bien diferenciadas, una primera en la que el torero fue dándole todas las ventajas al toro para así afianzar su acometividad e ir dosificando las inciertas embestidas, y otra bien distinta, donde el toro desarmó al torero, y fue a partir de ese momento donde se puso disfrutar del buen toreo. Tanto es así, que toda la plaza acabaría entregándose a la rotunda faena de Roca Rey, que a base de mando, poder y compromiso, dejó rendida a la afición que poblaba los tendidos con tandas largas, de mano baja, ligadas, templadas…y rematadas de unos interminables pases de pecho, que fueron de escándalo. Lo mejor llegó por el mejor pitón del animal, el derecho. Aunque también brilló con la zurda. Remató con varios circulares que desataron la locura. Para mayor gloria de la fiesta y del torero, sí que entró la espada entera al primer intento, y aunque algo caída, hizo que el toro cayera sin puntilla y los pañuelos afloraran al concluir su labor.Nos alegramos de ver esa versión torera de Roca Rey, que aunque a algunos no les guste y prefieran el toreo de cercanías y su afamado tremendismo, en Almodóvar demostró que también sabe torear como los ángeles. Dos orejas y puerta grande en su presentación en Almodóvar del Campo para el Rey del toreo actual, que dió la vuelta al ruedo con cierta desgana y apatía. ¡No entendemos el motivo!
Tarde de enorme contenido artístico, que se remató con la salida en volandas por la puerta grande de Emilio de Justo y Roca Rey al desorejar al cuarto y sexto de la tarde, siendo ovacionado Juan Ortega, entre la ilusión de ver a un niño toreando de salón de manera maravillosa ,y la felicidad de ver una plaza abarrotada de público con varias caras conocidas en los tendidos, tales como: Juan Antonio Ruiz “Espartaco”, que recibió el brindis de Emilio de Justo en el cuarto de la tarde, y del expresidente del Real Madrid CF, Ramón Calderón; así como toreros de la tierra como: Carlos Aranda y Emilio Huertas. Todos se fueron satisfechos de Almodóvar del Campo.