Gran belleza paisajística en la nueva caminata del grupo de senderistas “Andamayor” de Argamasilla de Calatrava

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En la fría mañana de otoño, ya cercano el invierno, el grupo de amigos de “Andamayor”, se preparan para recorrer el camino que une la antigua quintería de La Higuera en Puertollano con Argamasilla de Calatrava. Unos minutos para cambiar saludos e impresiones mientras se preparan mochilas, bastones, guantes y todo lo necesario para protegerse del frio de la mañana. En esta ocasión compromisos sociales y navideños ha menguado ligeramente el grupo de senderistas. Apenas casi una docena de ellos han sido los que se han atrevido con la ruta de algo más de 12 kilómetros: Primi, Gloria, Mari Carmen, Nino, Ventura, Ramón, Luci, Julio, Dolores, Adela y el monitor Ángel Arias.

Una caminata que nos introduce en un entorno de vida para una amplia variedad de fauna, flora y lugares de interés geológico. Espacios de cultura milenaria en abrigos de lejanos antepasados y recuerdos de otros más cercanos. Pasear por esta ruta ha sido pasear entre belleza paisajística, naturaleza viva en un entorno cubierto de historia y de viejas leyendas, que muy probamente en la noche de los tiempos se contasen al socarre de hogueras y que tan solo han llegado a nosotros a través de pinturas rupestres y simbólicos nombres velados por el misterio.

Un posado para la foto de inicio de la marcha y una primera lección de nuestro guía, conocedor de todo el entorno, de su historia, geología, fauna y flora. Y así empezamos a disfrutar de este bello paraje de ‘La Higuera’.

El camino público arranca desde la finca con el mismo nombre situada al lado de la carretera de Puertollano a Villanueva de San Carlos, que a pesar de ser camino público corremos el riesgo de que se cierren las puertas a cal y canto y tengamos que solicitar auxilio de la policía municipal de Puertollano, para recuperar los vehículos, algo que en esta ocasión no ha sucedido, pues previsor el guía consultó previamente con los trabajadores de la finca.

Y como todos los lugares que este simpático grupo visita, este también está lleno de historia y de cultura. Ya a mediados del siglo XVIII, según el Catastro del Marqués de la Enseñada (1752), este asentamiento figuraba como aldea de la cercana población de Puertollano, La Higuera, con 39 vecino, además de ella, en ese momento las aldeas pertenecientes al término municipal de Puertollano eran Cabezarrubias (148 vecinos), Hinojosas (72 vecinos), El Villar (26 vecinos) y algunas quinterías y caseríos dispersos. Puertollano con todos estos pequeños núcleos de población albergaban tan solo 673 casas (unos 3.200 habitantes).

En el Nomenclátor de 1940 podemos observar, que se han multiplicado las entidades de población debido a las numerosas construcciones relacionadas con la minería. Puertollano que aparece en primer lugar con 3.348 edificaciones, necesarias para albergar sus algo más de 22.000 habitantes. El Villar también experimentó un crecimiento importante, albergaba 114 edificios para casi 500 habitantes. Encontramos numerosos diseminados vinculados a las explotaciones mineras. Asdrúbal, Lourdes, Argüelles, La Extranjera y Demasía a La Extranjera, Oportunidad y Perseverancia. Algunas más vinculadas a otras actividades industriales como la Fundición Calatrava, la Estación Carbonera y la Tejera Francesa. Algunos caseríos vinculados en su mayor parte a actividades agrarias, entre los que destacaba la ‘Quintería de La Higuera’, por aquel entonces con 23 edificaciones y 113 habitantes, y otras como la Quintería Ladrón, Quintería Pedroches, Tío Rosendo y Villa Rafael.

Tiempos pasados que aún prevalecen en la memoria de algunos de nuestro senderistas, como Primi, que en su infancia vivió en este asentamiento y recuerda como las viviendas estaban divididas según los oficios de los moradores, también nos habló del día que paseando un grupo de chavales en una “Tartana”, vehículo de la época, camino a Villanueva de San Carlos y debido a lo abrupto del camino, el pasador de una de las ruedas se salió, lanzándolos a todos ellos por el suelo, afortunadamente sin mayor daño que el consiguiente susto.

El camino a poco de partir desde la zona de casas de La Higuera, se tornó en una prologada pendiente, que para la mayoría no supuso mayor esfuerzo, pero a otros nos obligó a entregarnos a tope, poniendo a prueba nuestra mermada resistencia.

Debido al ascenso se empezó a vislumbrar un paisaje de gran belleza, destacando en algunos momentos rayos de sol a través de las numerosas nubes que tachonaban el cielo y que otro senderista, Ventura Huertas, con visión fotografía y artística, lo denominó “los dedos de Dios”.

Este bellísimo fenómeno atmosférico, son haces luminosos que, parecen tener su origen en un único punto del cielo. Crean una alternancia de luces y sombras en el firmamento, algo que los senderistas pudieron disfrutar durante la salida del Sol, que es cuando existe un mayor contraste entre luz y oscuridad, al igual que al atardecer.

El precioso escenario que crean los rayos crepusculares ha hecho que, desde la antigüedad, el hombre les haya puesto nombres de lo más curiosos. En la antigua Grecia se referían a ellos como “agua dibujada por el Sol”, pero también se les conoce como la escalera de Jacob, los rayos de Dios, la escalera al cielo, los rayos de luz de Jesús o, como indicó Ventura, los dedos de Dios.

No solo la belleza del cielo en sus combinaciones lumínicas fue lo más destacable del camino, también rivalizaron en belleza paisajística, los cerros, valles y vegetación, especialmente llegados a la olla de los Cochinos y a todo lo largo de la Sierra de Calatrava, por donde transcurrió gran parte de la ruta. Los tonos rojizos otoñales, pardos y verdes de diferentes plantas, competían en belleza con las flores del Romero. No faltaron Lentisco, Coscojas y Acebuches, de estos destacaban sus manojos de acebuchinas de las que, según nuestro guía, se extrae un aceite de gran calidad y con propiedades muy destacables. También en la zona de la umbría, se pudo disfrutar de la belleza de musgos y ombligos de Venus. Todo un catálogo de plantas, arbustos y árboles, entre ellos pinos de reforestación y eucaliptos.

La zona es hábitat ideal para la gran águila real, de la que, en esta ocasión, no pudimos disfrutar de su majestuoso vuelo, pero si lo hicimos de un simpático “colirrojo”, pequeño pájaro de color pardo oscuro o negro y característica cola roja, atributo del que proviene su nombre popular.

También es zona de numerosos abrigos y covachas con pinturas rupestres esquemáticas de bastante interés, habiéndose encontrado restos de piedra pulimentada y lascas de sílex en el entorno del “Arroyo de la Cruz del Madera”, más concretamente en el paraje conocido como el “Chorrero”, además de la cercana cueva de 15 metros, también conocida con el mismo nombre que el arroyo. Hallazgo descubierto el 12 de abril de 1979, en una prospección arqueológica realizada por el historiador José González Ortiz y que posteriormente ha seguido siendo ampliado por otros estudiosos de la materia.

A poco de iniciar el descenso, parada obligada para reponer fuerzas, en un bello paraje de pinos piñoneros y con la intención de buscar alguna madroñera que permitiese que Adela, probase los exquisitos frutos de este arbusto, algo que no pudo ser, pues al parecer la falta de humedad y la zona no demasiado propensa han impedido su correcta maduración. Tras el ligero ágape, en el que de nuevo las tradicionales galletas de Ángel, corazones de canela, fueron el dulce postre, y con los depósitos llenos se continuó el camino, en esta ocasión más llano, el Carril de la Nava, por el que se llegó al aparcamiento del restaurante La Sal, a las puertas de Argamasilla de Calatrava, donde el grupo se despidió para la próxima ocasión.  

«…lejos, los montes duermen
envueltos en la niebla,
niebla de otoño, maternal; descansan
las rudas moles de su ser de piedra…»
Antonio Machado

Reportaje fotográfico de Ángel Arias:
https://photos.app.goo.gl/K16xS5UdQosuEdqp9